Educar la interioridad, atendiendo al contenido de apertura a la trascendencia, supone un proceso de cuidado del ser que permita una relación acogedora y significativa, lúcida e inteligente con lo que trasciende el conocimiento y el pensamiento. Que no se cierre en el alumno la puerta de acceso a la dimensión de profundidad de la vida. Manteniendo esa puerta abierta a lo trascendente, la vida desvela y revela su honda Belleza, se descubren las fuentes de sentido que manan en nuestro interior y puede llegarse a vivir la fiesta del encuentro con los demás desde el corazón y, allí en el corazón de la vida, late la Presencia de un Dios que se goza al ver como se despliega el ser de sus hijos e hijas.