Construir la unidad con los demás (eje ético), con los cercanos. Aprender que puedo ser-con-los demás. Disfrutar compartiendo la vida que late y se expresa en mí y en los demás. Sentir al otro (compañer@ de colegio, profes@r, familia, amig@s, conocid@s...) como parte de mí.

Es ahí, en la vida cotidiana, en las relaciones diarias donde se puede ir gestando una inteligencia moral, una ética de las relaciones.

Construir la unidad con el mundo (eje político y ecológico) saber y sentir a cada persona, provenga de donde provenga, hable el idioma que hable, viva donde viva, como parte de mí. Hacer nacer y crecer el deseo de aportar mi vida, mis talentos en la construcción de un mundo mejor. Que ningún dolor humano me sea ajeno. Sentirme ciudadan@ del mundo, herman@ de tod@s.

Respetar y cuidar la tierra como hogar de todos. Vivir no como depredadores, sino como cuidadores del planeta conscientes de la intrínseca unidad de todo cuanto existe.

Construir la unidad con Dios (eje religioso) Favorecer la personalización de la fe, el encuentro personal con Dios. En quien acoge la fe, hacer de ella un camino de encuentro con Dios en el que yo aporto mi apertura, mi presencia, mi escucha y disponibilidad.

Cuando la fe no forma parte de mi ecuación vital, no desechar la experiencia de lo inefable, mantenerme abiert@ al Misterio de la vida. Dejarme sorprender, dejarme descolocar por la Vida. 

No desechar la espiritualidad por el mero hecho de no ser una persona religiosa.