Palabra del co-razón y palabra con co-razón: La palabra en la Educación de la Interioridad

10.07.2019

Una de las premisas metodológicas de la EI es la de utilizar una metodología activa que yo suelo traducir por "que me pasen cosas". Esta premisa se basa en la pedagogía divina presente en el modo de conducir de Dios a la humanidad reflejado en el AT y en el NT.En el AT, Dios escucha el clamor de los hebreos que viven esclavos del Faraón. Esa escucha se transforma en dos respuestas: da un líder al pueblo y pone a todos, líder y pueblo, en camino.En el NT, Dios se revela en la vida concreta de un hombre. Jesús de Nazaret es el rostro de la verdadera humanidad, del hombre-mujer nuevo/a. Él, elige compañeros/asd e camino, hombres y mujeres que aprenderán como es Dios, aprendiendo a ser humanos. Jesús vive encuentros significativos con todo aquel a quien se acerca o que le busca. Nadie se va igual que llegó, tras un encuentro con Jesús.

Esta centralidad de la experiencia, inscrita en el modo de actuar de Dios, es lo que deseamos transferir a nuestra propuesta de Educación de la Interioridad. Sin experiencias significativas no pueden nacer interrogantes, ni brotar las certezas. Pero el hecho de situar lo experiencial como centro de la propuesta metodológica ni anula ni menosprecia el imprescinidible ejercicio de la reflexión personal y grupal ni la propuesta de las palabras y de la palabra que pueda expresar e iluminar lo que comienza siendo vivencia personal y/o compartida.
Es por ello, que en la entraña de la EI como modelo pedagógico, la palabra está presente en el inicio, en el medio y en el fin de las experiencias propuestas:
LA PALABRA EN EL INICIO:
Cuando un educador/a se dispone a animar un ejercicio que favorezca la conexión con la interioridad, sea este de corta duración o más extenso, el modo de proponer no sólo es importante en cuanto al lenguaje no verbal (siendo este tan importante y revelador), sino que debe prestarse atención y poner cuidado en las palabras que elegimos para describir el cómo y/o el porqué haremos las cosas. El modo de explicar una técnica, el modo de exponer cuál será el ritmo o tempo de un sesión más compleja, el tipo de verbos que utilizamos, etc... pueden decantar la vivencia en algunos momentos hacia un lado o hacia otro. Me explico: al proponer a un grupo una sesión de EI más compleja, por ejemplo, una sesión de dos horas, siempre será bueno hacer una introducción que posicione al grupo, que le ayude a situarse. A la vez, debemos saber como crear expectativa, es decir, favorecer que el alumno/a sienta ganas de adentrarse en la propuesta, de ser protagonista, que de alguna manera en nuestro modo de proponer, de decir, de explicar el sentido y el ritmo de lo que haremos, al chico/a le entren ganas de aventurarse en la experiencia. Para ello es necesario aprender a no explicarlo todo, en el sentido de no desmenuzar los ejercicios antes de tiempo. No recomiendo, por ejemplo, en el marco de una convivencia o taller de varias horas o días, darle al grupo un horario en el que se diga qué se va a hacer en cada momento, eso mata la sorpresa y nos ata de nuevo al deseo de control. Saber en todo momento qué haré, qué pasará, no ayuda a encaminarse hacia el aprendizaje vital de dejar fluir las cosas, de vivir el presente, de confiar, de dejarnos sorprender por los demás, por la vida, etc... Hay modos de introducir una sesión que pueden favorecer esto que señalo, al igual que hay modos de recibir al grupo con la palabra que ponen al alumno "en guardia" o simplemente, le desaniman.

  • Deseo señalar en este punto la riqueza para un educador/a cristiano/a de situar la Palabra como fuente de inspiración de su camino creativo (la Palabra en el inicio), es decir: hay infinidad de relatos bíblicos que pueden inspirarnos la creación de ejercicios de EI. Por ejemplo: el relato del lavatorio de los pies como inspiración para el gesto de "la revolución de la toalla" (A. Ginel: Gestos para la Catequesis. Ed. CCS, Madrid 1992, pág. 149-154) o la meditación personal acerca del periplo del éxodo como trasfondo para crear el gesto "Vé más allá" (E. Andrés: Educar la interioridad una propuesta para Secundaria y Bachillerato. Ed. CCS, Madrid 2009, págs.138-141).


LA PALABRA EN EL MEDIO :
Será igualmente necesario aprender a utilizar las palabras que mejor puedan inspirar la vivencia que, a priori, sabemos que puede favorecer una determinada técnica... Pondré un ejemplo entre otros muchos posibles: Cuando dirigimos una visualización, es recomendable poner cuidado en no mencionar el verbo "pensar", una visualización no se basa en el discurrir con el pensamiento, sino en el "gustar y sentir internamente". El pensar vendrá después: terminado el ejercicio de visualización, la persona recuerda, escribe lo que ha visto, percibido, sentido, y le pone palabra y en ese ejercicio fluirá el pensamiento acerca de lo vivido.
Es muy importante tomar conciencia del valor mediador de la palabra en muchas de las técnicas que aplicaremos en la EI. No se pueden decir las cosas de cualquier modo. Evidentemente, esta capacidad para ir adquiriendo el "verbo" adecuado para describir y acompañar la experiencia, será un camino de aprendizaje por parte del educador/a, que tambien ha de ir encontrando su modo personal de decir las cosas, el cual ha de ser una mezcla de exactitud en lo referente al aspecto técnico y de un estilo lo más personal posible en lo referente a dejar fluir su propia vivencia interior a través de las palabras que elige decir y cómo elige decirlas. Resulta claro, en este punto, que a mayor formación en las diferentes técnicas, mejor vocabulario utilizará el educador/a, al igual que a mayor recorrido vital, a mayor nivel de autoconocimiento, a mayor recorrido espiritual que "tenga" el educador/a, más atinará con las palabas que pueden apoyar ese camino en los alumnos/as. En este sentido, con el paso de los años, me va pareciendo que cobra más importancia, que los/as educadores/as que deseamos ayudar a esa conexión con el interior, leamos y estudiemos todo lo que podamos acerca de las técnicas que proponemos, acerca de los contenidos que tratamos, etc... y, junto con ello, seamos cuidadosos/as con nuestra interioridad porque al final todo eso se trasluce en nuestras palabras ya que "de la abundancia del corazón, habla la boca"(Lc 6, 45).
LA PALABRA EN EL FINAL:
¿Cómo cerramos una propuesta de EI, sea corta o más extensa? Ahí también podemos aportar o frenar para que la experiencia sea más o menos rica. Pero también porque con nuestra palabra podemos y debemos iluminar al final de cualquier propuesta, el horizonte de sentido hacia el que señala. Tan importante como el inicio de algo es como lo concluímos. Ahí puede estar la piedra de toque de algunos momentos, ya que en el ámbito escolar el tiempo juega tantas veces en nuestra contra y puede obligarnos a cerrar apresuradamente una sesión con tal que el grupo y nosotros mismos, los educadores/as, lleguemos a tiempo a la siguiente clase o actividad. Por eso es tan importante ser conscientes de los tiempos que precisan las diferentes propuestas y hacer lo posible por interiorizar esos tiempos para que cada momento de una sesión pueda tener su significatividad propia, especialmente si son sesiones de más complejidad y duración.
Pero la palabra en el final, también quiere decir que hemos de tener presente que, como decía al inicio de esta reflexión, se han de equilibrar lo experiencial y la reflexión sobre lo vivido en cada sesión o grupo de sesiones. Es decir, cuando la propuesta ha sido especialmente compleja, es imprescindible dejar al grupo el tiempo necesario para reflexionar, sea a veces primero individualmente (mediado por el diario de interioridad) y luego en grupo (asamblea) o en ocasiones sólo una u otra vertiente (individual-grupal). Sea como sea, forma parte de nuestra metodología que el alumno/a atendiendo a su edad, vaya creando su propio "verbo", sepa "empalabrar" las experiencias que vive, sus emociones, sus sensaciones físicas, sus vivencias personales y grupales, sus dudas, sus certezas, sus aprendizajes. De nuevo la referencia a la Palabra nos puede iluminar. Cada página de la Biblia es un compendio de experiencias, no de teorías. El pueblo de Israel y los profetas en el AT y las primeras comunidades cristianas en el NT, escriben acerca de lo vivido. Buscan dejar constancia de unas experiencias que marcaron las vidas de sus protagonistas, que abrieron camino para otros/as. La Palabra es un compendio de palabras nacidas del caminar, de la pura vida, sin teorías, eso sí, vida iluminada por Dios que conecta a la persona con su Esencia.
Ojalá la forma en la que acompañemos la conexión con el interior de nuestros alumnos/as, haga nacer en ellos/as y en nosotros/as una palabra hija de la Vida que anida en nuestros corazones. Esa palabra será bella y será buena porque será verdadera y esa palabra, gestada en el sí de nuestra Esencia, puede iluminar por no ser palabra vana, sino palabra del co-razón y palabra con co-razón.


© 2020 Educación de la Interioridad. Elena Andrés 
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